domingo, 19 de diciembre de 2010

Antílope - Apocalipsis, Libro del. DICCIONARIO BÍBLICO ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA










DICCIONARIO BÍBLICO ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA
 




Contenidos - Contents
EL DICCIONARIO BÍBLICO ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA




Antílope - Apocalipsis, Libro del


Antílope.



Nombre genérico para cualquier animal del grupo de los Antilopinos (antílope, búbalo o búfalo,* cabra montés,* corzo,* gacela,* íbice,* ñu, etc.). En la Biblia es un rumiante bóvido mencionado 2 veces: Dt. 14:5 (uno de los limpios o puros) e Is. 51:20 (como capturado en una red, un método de caza). Nuestro vocablo "antílope" proviene del gr. antálops, literalmente "ojos bellos (dulces, hermosos, en flor)" (originariamente aplicado a la gacela, pero después a todos los Antilopinos).


Las diversas posturas con respecto a la identificación de los antílopes se puede resumir como sigue (según el orden de aparición en Dt. 14:5): 1. Heb. tse, tsebiyyâh (LXX dorkás): Gazella dorcas o Gazella arabica. 2. Heb. yajmûr (LXX bóubalos): Antílope bubalis (norte de Palestina); Dama mesopotamica. 3. Heb. dîshôn (LXX púgargos): Antílope addax (natural de África del Norte, tiene sus traseros entre grises y blancos, una mancha de pelo blanco sobre la cabeza y 2 cuernos anillados); Antílope bubalis; Oryx leucoryx; Addax nasomaculatos. 4. Heb. te (LXX órux; Dt. 14:5) y tô' (LXX seutlíon; Is. 51:20): Antílope addax; Oryx leucoryx (un antílope que se encuentra en Egipto, Arabia y Siria, llamado órix (según la LXX y la Vulgata para el te'ô de Dt. 14:5): animal blanco, con un mechón de pelo negro bajo el cuello y cuernos largos y cónicos).


Otros 3 vocablos se suelen relacionar con los anteriores: 5. Heb. 'aqqô (LXX traguélafos): Capra ibex nubiana. 6. Heb. zemer (LXX kam'lopárdalis): Oryx leucoryx; Capra hircus mambrica. 7. Heb. re'êm (LXX monókerÇs): Bos primigenius; Oryx leucoryx. Como la identidad exacta es incierta, muchos eruditos se inclinan por las referencias 3 y 4. Para otros detalles, véanse Buey; Cabra; Carnero; Carnero montés; Toro.


Bib.: AMBL.


Antimonio


(heb. pûk; egip. sdm; ár. ku1lun).


Elemento blanco de aspecto metálico. Se cree que los antiguos usaban compuestos de antimonio reducidos a polvo como cosméticos con los que se pintaban las cejas y las pestañas. El término "antimonio" aparece sólo 2 veces en la RVR (2 R. 9:30; Jer. 4:30; cf 1 Cr. 29:2, donde aparece la frase heb. 'abnê pûk, "piedras de diversos colores"), y parece indicar que no era apropiado para las mujeres de noble conducta (cf Ez. 23:40). La BJ la traduce como "polvo", "afeites", mientras que la NBE como "sombrear" y "negro". Véase Pintura. 64


Antíoco.



Véanse Antioquía 1, 2; Daniel, Libro de.


Antioquía


(gr. Antiójeia, "la que se opone").


En el NT aparecen 2 ciudades con este nombre:



1. Antioquía de Pisidia.


Ciudad que en realidad estaba ubicada en Frigia, pero cerca del límite con Pisidia, en el Asia Menor. Los historiadores seculares la llaman con frecuencia "Antioquía Pisidiana".


Antioquía de Pisidia fue fundada por Seleuco I Nicátor (301-280 a.C.), quien la llamó así en honor a Antíoco, su padre, y la colonizó con gente de Magnesia sobre el Meandro. Después de la derrota de los seléucidas por los romanos (190 a.C.), Antioquía se transformó en una ciudad libre, pero 150 años más tarde fue entregada a Amintas, rey de Pisidia, Frigia-hacia-Pisidia y Galacia. Cuando el reino gálata llegó a ser una provincia romana en el 25 a.C., Antioquía formó parte de ella. Algunos años más tarde la ciudad fue hecha colonia por Augusto y se le dio el nombre adicional de Cesarea. Estaba unida por caminos militares con otras ciudades-colonias de Pisidia con el fin de controlar esa área. Cerca de la ciudad había un gran templo -desenterrado recientemente- de la diosa-luna frigia Mên, a quien se le atribuían poderes sanadores. Numerosas propiedades y esclavos pertenecieron a este templo. Pablo y Bernabé predicaron 2 veces y fundaron una iglesia cristiana en la ciudad durante su 1er viaje misionero (Hch. 13:14-50; 2 Ti. 3:11; aunque fueron expulsados de la ciudad, volvieron a ella en su viaje de regreso a Siria; Hch. 14:21, 24). Arundel identificó la ciudad antigua (1883) como el montículo próximo al pueblo turco de Yalvaç. Se excavaron parcialmente las ruinas, y se recuperó algo de la antigua magnificencia de la ciudad. Mapa XX, B-5.


24. El acueducto de Antioquía de Pisidia.



2. Antioquía de Siria.


Ciudad sobre la orilla meridional del río Orontes, a unos 24 km del Mar Mediterráneo, cerca de los montes Amanus y del monte Casio. Fue fundada (c 300 a.C.) por Seleuco I Nicátor, quien la llamó Antioquía en honor de su padre, Antíoco. Parte fue colonizada con atenienses y macedonios, y parte con naturales de la región. Más tarde, Seleuco II y Antíoco IV la ampliaron y trajeron nuevos colonizadores, entre los cuales había muchos judíos. La ciudad creció rápidamente, y como residencia de los seléucidas fue un importante centro comercial y de cultura helenística en el Oriente. En el 64 a.C., después de más de 2 siglos de ser la capital del Imperio Seléucida, y de un breve interludio bajo el dominio armenio, Antioquía pasó a manos de los romanos y Pompeyo la anexó a Siria, e hizo de ella la capital de esta nueva provincia senatorial y asiento del legado romano. De ese modo, la ciudad no perdió nada de su importancia. Se la conocía como "La reina del Este", y fue la 3a metrópolis del imperio, después de Roma y Alejandría. En tiempos del NT tenía una población estimada entre 250.000 y 800.000 habitantes. Mapa XX, B-6.


El cristianismo llegó a Antioquía gracias a miembros de la iglesia de Jerusalén que huyeron durante la persecución que siguió al apedreamiento de Esteban. Cuando las noticias acerca de su trabajo llegaron a los dirigentes de Jerusalén, despacharon a Bernabé para apoyar a los nuevos interesados. Bernabé, viendo que necesitaba más ayuda, llevó a Pablo de Tarso, y ambos trabajaron allí durante un año entero; según parece, establecieron un sólido centro cristiano en el lugar. Fue en esta ciudad donde los seguidores de Jesucristo recibieron el nombre de "cristianos" por 1ª vez (Hch. 11:19-26). Luego, algunos profetas llegaron como refuerzos a la iglesia (v 27). El siguiente paso importante en la historia de esta iglesia se tomó cuando los cristianos de Antioquía, patrocinando la obra evangélica organizada en países extranjeros, enviaron a Pablo y a Bernabé en un viaje misionero (13:1-3). Pablo consideró a Antioquía como su sede, y comenzó sus viajes 2º y 3º en esa ciudad (15:35-41; 18:22, 23). Sin embargo, los cristianos de Antioquía sentían su dependencia de los dirigentes de la Iglesia de Jerusalén y buscaron su consejo (15:1, 2). También aceptaron la responsabilidad de ayudar a la iglesia madre en Judea con una contribución financiera durante un tiempo de necesidad (11:27-30). 65


25. Antioquía sobre el Orontes, con el monte Silpios al fondo.


En años posteriores, Antioquía fue el escenario de varios concilios de la iglesia cristiana. La ciudad fue destruida por Cosroes, rey de Persia, en el 538 d.C., y nunca se recuperó de este golpe. Después de ser conquistada por los árabes un siglo más tarde, rápidamente perdió la poca importancia que le quedaba. Ahora pertenece a Turquía, como un pueblo llamado Antâkiyeh. Una expedición americano-francesa realizó algunas excavaciones durante la década de 1930.


Bib.: G. Downey, A History of Antioch in Syria (Una historia de Antioquía de Siria) (Princeton, NJ, 1961); B. M. Metzger, BA 11 (1948):69-88.


Antipas


(gr. Antipás, "contra todos"; quizás una contracción de Antípatros, "imagen del padre").



1.


Mártir cristiano que perdió la vida en Pérgamo (Ap. 2:13). Una antigua tradición dice que era su obispo cuando murió.



2.


Herodes Antipas, uno de los Herodes mencionados en el NT. Véase Herodes 3.


Antípatris


(gr. Antipatrís, " en contra del padre").


Ciudad ubicada entre Jerusalén y Cesarea, fundada por Herodes el Grande en el sitio de Afec, a unos 62 km de Jerusalén y a unos 38 km de Cesarea. Lo llamó así en honor de su padre, Antípater. Su nombre sobrevive en Nahr abu-fãtrãs, un río al noreste de Jafa. El sitio se llama ahora Râs el-{Ain. Pablo pasó por ese lugar cuando era llevado como prisionero de Jerusalén a Cesarea (Hch. 23:31).


Mapa XVI, D-2. Véase Afec 1.


Bib.: FJ-AJ xiii.15.1; xvi.5.2; FJ-GJ i.4.7; 21.9.


26. Vista aérea de las ruinas de un fuerte turco ubicado en el sitio de Antípatris.


Antorcha


(heb. lappîd; gr. lampás).


Fuente de luz emitida como resultado de la combustión de madera resinosa, un haz de cañas o un manojo retorcido embebido en aceite, grasa o alquitrán. Aún no se han encontrado antorchas antiguas en las excavaciones, pero los relieves asirios que describen la toma de Laquis nos muestran las que los defensores hebreos de la ciudad arrojaban a los soldados asirios (fig 308; éstas parecen atados de varillas). La Biblia las menciona a menudo (Gn. 15:17; Jue. 7:16, 20; Nah. 2:4; Zac. 12:6; Jn. 18:3; Ap. 8:10; etc.).


Anub


(heb. {Ânûb, de significado incierto).


Hombre de la tribu de Judá (1 Cr. 4:8).


Anzuelo


(heb. jakkâh, tsinnâh; gr. ánkistron).


Tres veces (Job 41:1; Is. 19:8; Hab. 1:15) es la traducción del heb. jakkâh, un gancho, un trozo anguloso de metal que se usa para pescar; y una vez la traducción de tsinnôth (plural, en Am. 4:2), que denota un arpón o una lanza con extremo metálico popular en Egipto (fig 409). En Mt. 17:27 se usa la palabra griega equivalente al heb. jakkâh.


Año


(heb. shânâh; gr. eniautós).


El año natural, señalado por 4 estaciones, está determinado por el sol y representa el tiempo que requiere la Tierra para una revolución alrededor del Sol (que ahora se sabe es de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,51 segundos; o sea 365,2422 días). Un año calendario se divide en meses, los que se basan o derivan de las fases de la Luna, que se repiten cada vez que ésta gira una vez alrededor de la Tierra. El intervalo entre una luna nueva y la siguiente es de aproximadamente 29 1/2 días, o un poco menos de 1/12 de 1 año: en consecuencia, nunca puede haber un número exacto de meses lunares en 1 año verdadero. Hay por lo menos 12 lunas nuevas en cada año de nuestro calendario, pero 66 con frecuencia hay 13 (cuando la 1ª ocurre a comienzos de enero). Véase Mes.


27. El calendario de Gezer, que enumera las actividades agrícolas para cada mes, escrito en tosca escritura manual en el s X a.C.


Se han elaborado numerosos calendarios que intentan ajustar los meses con las diferencias entre los ciclos del sol y de la luna. El calendario religioso musulmán hasta hoy usa sólo el año lunar común de 12 meses lunares, sin tomar en cuenta el año solar o de las estaciones. Como a 12 meses lunares les faltan unos 11 días (son 354 o 355 días) para 1 año solar, el año lunar sin corrección de los musulmanes se corre más de 1 mes cada 3 años con respecto a las estaciones. Los antiguos egipcios, por su parte, no tomaban en cuenta la luna, dividían el año en 12 meses de 30 días cada uno y añadían 5 al fin del año para completar los 365, que suponían originalmente que serían los días de 1 año solar exacto; más tarde, descubrieron que se habían quedado cortos en casi 1/4 de día. De ese modo el Año Nuevo egipcio se adelantaba 1 día cada 4 años en relación con las estaciones.


Si Moisés, educado "en toda la sabiduría de los egipcios" (Hch. 7:22), hubiera adoptado un calendario egipcio para los israelitas, gradualmente sus meses habrían perdido su correlación con las estaciones (por ejemplo: en tiempos de David la Pascua se habría corrido de la primavera, cuando fue instituida, a la mitad del invierno). Pero las breves y sencillas instrucciones dadas a los israelitas en el éxodo -sin necesidad de conocimientos astronómicos y técnicos-, fueron suficientes para impedir que el año hebreo vagara por las estaciones. Era muy fácil contar 12 meses por las lunas nuevas; y un sencillo ajuste, implícito en la ley de las fiestas, servía para mantener la variación en el ámbito de un mes.


Las siguientes instrucciones afectaban el calendario: 1. El 1er mes del año debía ser el mes en el cual los israelitas salieron de Egipto (Ex. 12:2; equinoccio de primavera; Abib o Nisán). 2. La ceremonia de la gavilla mecida en relación con la fiesta de los Panes sin Levadura, que seguía a la pascua a mediados del 1er mes (Ex. 23:15; Lv. 23:5,6; Dt. 16:1-8), debía señalar el comienzo de la cosecha (de cebada; Lv. 23:5-14) y tenía que preceder por 49 días (50 contando ambos extremos); a la fiesta de los primeros frutos de la cosecha del trigo (Lv. 23:15-21; Dt. 16:9,10), fiesta llamada de las Semanas (Ex. 34:22; equinoccio de otoño), más tarde conocida como Pentecostés* (Hch. 2:1; 20:16; 1 Co. 16:8). La Biblia no menciona ningún método para determinar el momento preciso de estas fiestas en relación con las estaciones, pero es muy posible que los primeros hebreos siguieran la misma costumbre descripta por la tradición judía posterior: si en el 12º mes (Adar) era evidente, por las condiciones de las siembras de cebada cerca de Jerusalén, que a mediados del siguiente mes sería demasiado temprano para ofrecer la gavilla mecida de cebada madura, se anunciaba que el mes que seguía a Adar se llamaría 2º Adar; en ese caso, el mes 1º (Nisán) se postergaba hasta la siguiente luna nueva. Véanse Estaciones; Fiestas.


Con el tiempo se observó que esta inserción de lo que en realidad era un mes 13º, aunque se lo consideraba siempre una duplicación del 12º mes, ocurría un promedio de 7 veces en 19 años. Así se desarrollaron métodos de cómputo para saber de antemano cuándo debía intercalarse ese mes adicional. No se sabe en que momento estos cálculos reemplazaron la observación directa para determinar con qué luna nueva debía comenzarse el mes 67 1º. Sin embargo, después de los tiempos bíblicos, cuando los judíos fueron dispersados, dependieron de un método de cálculo con ciclos de 19 años para que los judíos de todas partes del mundo pudieran saber la longitud del año por adelantado y así tener un calendario uniforme. De acuerdo con este sistema, los años de 13 meses eran y son, siempre: el 3º, el 6º, el 8º, el 11º, el 14º, el 17º y el 19º de cada ciclo; los meses se disponían en una secuencia variada pero normalizada de 30 y 29 días.


Sin embargo, mientras el templo estuvo en pie, el año dependía de la cosecha de la cebada; y los meses, de la luna nueva. Como cada mes la 1ª aparición de la luna en creciente ocurre con intervalos variables después de la "luna nueva" astronómico (llamada conjunción), y como no sabemos cuál era el sistema antiguo, si es que existía, no podemos traducir las fechas bíblicas judías a nuestro calendario con absoluta certeza, y debemos aceptar un error posible desde 1 día hasta 1 mes.


Los hebreos siempre numeraban sus meses a partir de Abib (Nisán), en la primavera, en armonía con el sistema de fiestas bosquejado en la ley levítica. Pero para los propósitos civiles comenzaban el año en el otoño con el 7º mes, Etanim o Tishri. Así hablamos de un año religioso (eclesiástico; sacro) y un año civil (secular). Parece que este último se conoció antes que se introdujera la nueva numeración de los meses en el éxodo, pues la fiesta de la Cosecha (o de los Tabernáculos) en el mes 7º se menciona como "a la salida del año" (Ex. 23:16; cf 34:22). El comienzo del año del jubileo se debía anunciar el día 10 del mes 7º; y la fiesta llamada de las Trompetas, el día 1º del mes 7º (Lv. 23:24; los judíos todavía la llaman Rosh Hashaná, o día de Año Nuevo).


Para propósitos de datación los hebreos no numeraban sus años en una larga serie, como lo hacemos ahora en la era cristiana (del 1 al 2000, etc.). Durante el período de los reyes, la numeración comenzaba de nuevo con el reinado de cada rey. Por ejemplo: "En el cuarto año del principio del reino de Salomón sobre Israel, en el mes de Zif" (1 R. 6:1). Hay indicaciones claras de que Salomón y los reyes de Judá contaban sus reinados en años del calendario civil, comenzando con Tishri (el mes 7º), en el otoño. Nehemías, quien puso a Kisleu (el mes 9º) antes de Nisán (el mes 1º) en el año 20 de Artajerjes (Neh. 1:1; 2:1), evidentemente usaba el año civil judío al contar el reinado del rey persa, aunque Artajerjes contaba sus años por el calendario babilónico-persa, que comenzaba en la primavera. (De este modo, durante la mitad de cada año los números de los años del reinado del mismo rey podían diferir en 1 año según se usara el cómputo judío o el babilónico.) Sin embargo, hay indicaciones de que en el período intertestamentario, incluyendo el reinado de Herodes, los años de reinado eran computados por el año religioso judío que comenzaba en la primavera. Por ello, cuando hablamos del año hebreo o judío debemos considerar que había más de una manera de computar los años. Véanse Año sabático; Cronología I, A; Fiestas; Jubileo.


Año Nuevo.



Véanse Año; Trompetas, Fiesta de las.


Año sabático


(heb. shânat shabbâtôn; el término "año sabático" no aparece en la Biblia, pero la institución se menciona con frases como "el descanso (sábado) de la tierra" (Lv. 25:6), "la tierra guardará reposo (sábado)" (v 2; cf v 4; 26:34, 35)).


Un año, cada 7º año, durante el cual los hebreos tenían la orden de dejar descansar la tierra; es decir, no debían sembrarla (Lv. 25:1-7; equivalente antiguo de la rotación de los cultivo, para evitar el agotamiento del suelo). Ni siquiera se debía cosechar lo que naciera por sí mismo (vs 20, 21).


El 7º año también debía ser el "año de la remisión" (Dt. 31: 10; cf 15:1-3), en el que se debían perdonar las deudas de los hebreos pobres. Aunque la biblia no menciona la observancia práctica de ningún año sabático, evidentemente los judíos observaban la costumbre en tiempos de Alejandro Magno y de Julio César, reyes que los eximieron de los tributos durante los años sabáticos. Siete "semanas" de años culminaban con el Jubileo.*


Los años sabáticos se medían entre Tishri y Tishri pues: 1. Eran obviamente años agrícolas, y el ciclo agrícola comenzaba con la arada en el otoño, después de comenzada la época de las lluvias. 2. Formaban series con los años del jubileo, que comenzaban el 10 de Tisri.


Bib.: FJ-AJ xi.8.6; xiv.10.6.


Añublo


(heb. yêrâqôn, "palidez").


No el hongo que se forma sobre diversos objetos en condiciones de humedad y oscuridad, sino el que provoca una enfermedad que hace perder el color a las plantas. Se la menciona en la Biblia como una maldición sobre los campos de quienes despreciaban la palabra de Dios (Dt. 28:22; Am. 4:9, BJ; Hag. 2:17, BJ; en los 2 últimos pasajes la RVR traduce "oruga" y "tizoncillo"). Salomón, en su oración de dedicación del templo, pidió que librara de esta maldición a quien orara a Dios (1 R. 8:37; 2 Cr. 6:28). 68 Como los autores bíblicos no especifican qué plantas eran atacadas por esta plaga, es casi imposible identificar a cuales hongos se refieren los diversos pasajes donde se usa la palabra hebrea.


Bib.: PB 254, 289, 290.


Aod


(heb. 'Êhûd, tal vez "unión" o "poderoso").



1.


Descendiente de Benjamín mediante Gera, descripto como zurdo. Asesinó a Eglón, rey de Moab, quien había oprimido a Israel durante 18 años, y fue uno de los primeros jueces de Israel. Consiguió acercarse a Eglón como portador de tributos y tuvo éxito en lograr que todos los siervos del rey salieran de la sala con el pretexto de tener un mensaje secreto para el monarca. Así tuvo oportunidad de matar al rey, al cual se describe como "muy grueso". Luego llamó a Israel a sacudir el yugo extranjero. En la guerra que siguió, muchos moabitas perdieron la vida. Después de la liberación por Aod, la parte sur de Israel tuvo reposo por un largo tiempo (Jue. 3:12- 4:1).



2.


Descendiente de Benjamín mediante Jediael (1 Cr. 7: 10).


Apaim


(heb. 'Appayim, "naricitas").


Descendiente de Judá (1 Cr. 2:30, 31).


Aparejo.



Traducción de los términos:1. Heb. jebel (ls. 33:23) "cuerda", "línea", "aparejo". 2. Gr. skeue (Hch. 27:19), un sustantivo colectivo referido a los "equipos" o "aparejos" de un barco.


Apariencia.



Término que aparece en la Biblia con diversos matices de significación. Es traducción del: 1. Heb. demûth, "modelo", "semejanza", "forma", "norma" (2 R. 16:10). 2. Heb. mishpât, literalmente "juicio" (rara vez "plan", "boceto", como en Ex. 26:30; 1 R. 6:38; Ez. 42:11). 3. Heb. tekûnah, "disposición" (Ez. 43:11). 4. Gr. éidos, "apariencia" (Lc. 9:29). 5. Gr. prósÇpon, literalmente "rostro", "faz" (Stg. 1:11). 6. Gr. sjema, "apariencia exterior", "forma", "semejanza" (1 Co. 7:31; Fil. 2:8). 7. Gr. túpos, "tipo", "modelo", "imagen" (Hch. 7:44).


Apartado


(heb. sûr, "desviar/se", "apartar/se", "retirar/se"; gr. ekklíno, "desviarse de", "esquivar", "evitar").


Término que aparece en Job 1:1, 8; 2:3; 2 P. 3:11; etc., y que tiene el sentido de "abstenerse (apartarse) de"; principalmente el de "huir (escapar) asustado de" algo.


Apedreamiento


(heb. sâqal, "apedrear"; râgâm, "arrojar piedras"; gr. katalitházÇ, "apedrear" (completamente); lithá5Ç, "apedrear"; lithoboléÇ, "arrojar piedras").


La primera mención que aparece en la Biblia del apedreamiento se encuentra en Ex. 8:26, cuando Moisés manifestó su temor de que si los israelitas ofrecían sacrificios en Egipto los habitantes del país los apedrearían. Sin embargo, no hay registros de que ésa fuera la manera de aplicar la pena de muerte en esa nación. Se sabe que más tarde los persas, macedonios y griegos emplearon esta pena capital. A los israelitas se les ordenó apedrear a los culpables de idolatría (Lv. 20:2; Dt. 13:6-10; 17:2-5), impudicia (Dt. 22:20-24) o blasfemia (Lv. 24:11-16; cf 1 R. 21:9-13). Antes de apedrear a una persona debían comparecer por lo menos 2 ó 3 testigos, que debían ser los primeros en arrojar las piedras; a continuación, todo el pueblo tenía que unirse para infligir ese castigo (Dt. 17:5-7). La Mishná (Sanhedrin 6:4) describe detalladamente el procedimiento para la lapidación: "El lugar del apedreamiento debe ser del doble de la altura de un hombre. Uno de los testigos le da un empujón (al condenado) a la altura de las caderas, (de manera) que caiga sobre su corazón (de bruces). A continuación, se lo da vuelta. Si la caída le causó su muerte, (el testigo) habrá cumplido (su deber); pero si no fuere así, el segundo testigo tomará una piedra y se la arrojará al pecho. Si muere a consecuencia de esto, (el testigo) habrá cumplido (su deber); pero si así no fuere, él (el condenado) será apedreado por todo Israel, porque escrito está: Las manos de los testigos serán las primeras en intentar darle muerte, y después las manos de todo el pueblo (Dt. 17:17)" (Talmud, Soncino ed., p 295). A Acán se lo apedreó por apropiarse de ciertas objetos en contra de las instrucciones de Dios (Jos. 7:25, 26; cf 6:18, 19). Los judíos intentaron apedrear a Jesús a lo menos 2 veces por el supuesto delito de blasfemia (Jn. 8:59; 10:31-33). A Esteban lo acusaron de lo mismo y lo apedrearon (Hch. 7:57-59). Pablo fue lapidado una vez en Asia Menor (Hch. 14:19; cf 2 Co. 11:25), y estuvo a punto de ser apedreado en otras ocasiones (cf Hch. 14:5,6).


Apeles


(gr. Apelles, "llamado"; nombre frecuente entre los griegos y los judíos, según las inscripciones).


Cristiano de Roma a quien Pablo envió saludos (Ro. 16:10).


Apia


(gr. Apfía, "fecunda"; según las inscripciones, nombre femenino corriente en el Asia Menor occidental).


Mujer cristiana de Colosas, quizá la esposa de Filemón (Flm. 2).


Apis


(egip. h3p; LXX Apis).


Toro sagrado, objeto de adoración de los antiguos egipcios en Menfis y considerado el representante terrenal del dios Ptah. En 1850, A. Mariette descubrió en Saqqarah el Serapeum: cámaras sepulcrales 69 subterráneas que contenían enormes sarcófagos de piedra de los toros sagrados. Mapa V, C-3. El nombre Apis no existe en la Biblia hebrea, pero en algunas versiones aparece como una enmienda basada en la LXX (Jer. 46:15, BJ, NBE, DHH).


Apocalipsis, Libro del


(gr. Apokálupsis, "apocalipsis", "revelación", "quitar el velo (develar)").


Ultimo libro del NT cuya denominación, dada por su autor, es "La revelación de Jesucristo" (1:1). En los manuscritos más antiguos que tenemos simplemente dice: Apokálupsis IÇánnou, "Apocalipsis de Juan", pero títulos más complejos proceden de siglos posteriores. En la literatura religiosa apokálupsis se refiere a quitar el velo del futuro, especialmente mediante las profecías simbólicas. Daniel y Zacarías son las contrapartes en el AT del Apocalipsis del NT. Durante el período intertestamental y del cristianismo primitivo, los judíos produjeron muchos otros apocalipsis no bíblicos, de los cuales las obras seudoepigráficas conocidas como 1 Enoc y los Oráculos Sibilinos son ejemplos dignos de notar de este tipo de actividad literaria. Véase Seudoepigráficos.



I. Canonicidad.


Aunque la iglesia occidental aceptó el Apocalipsis como Escritura desde el mismo comienzo, por lo general las iglesias de Egipto, Palestina y Siria rechazaron su pretensión a ocupar un lugar en el canon sagrado, y recién a fines del s IV d.C. fue aceptado ampliamente en el Este. El primer escritor cristiano que se refirió expresamente al Apocalipsis fue Justino Mártir (c 140 d.C.). El primer comentario conocido sobre él fue escrito c 170 d.C. por Melitón de Sardis, cuya iglesia se menciona en el Apocalipsis. Cipriano de cartago, a mediados del s III d.C., exaltó el Apocalipsis, mientras que eusebio de Cesarea (6 340 d.C.) no estaba seguro de su autenticidad pero permitía su lectura. Gregorio Nacianceno (6 389? d.C.) publicó una lista de los libros del NT en que omitía el Apocalipsis, como también lo hizo Cirilo de Jerusalén (6  386 d.C.). No fue hasta la "Carta Pascual" de Atanasio (367 d.C.) que los 27 libros del NT que hoy conocemos se mencionaron como canónicos.



II. Autor.


El autor del Apocalipsis se identifica como "Juan" (1:1, 4, 9; 21:2; 22:8), "vuestro hermano" (1:9). Aparentemente, era tan bien conocido que no consideraba necesario aportar más datos para ganar la confianza de sus lectores. Todos los escritores cristianos hasta mediados del s III d.C., cuyas obras nos han llegado y que mencionan el tema, lo atribuyen a Juan el apóstol. Entre ellos están Justino Mártir (6 c 165 d.C.), Ireneo (6 c 202 d.C.), Tertuliano (6 c 240 d.C.), Hipólito (6 c 235 d.C.), Clemente de Alejandría (6 c 220 d.C.) y Orígenes (6 c 254 d.C.). Ireneo también menciona que el apóstol Juan vivió en Efeso hasta los días del emperador Trajano (98-117 d.C.), y Polícrates (6 c 200 d.C.) testifica que fue enterrado allí. Estas declaraciones coinciden con el hecho de que Juan se dirigió a Efeso y a las otras iglesias de Asia (Ap. 1:4, 11).


Sin embargo, se ha interpretado cierta declaración de Papías (6 c 163 d.C.), citada por el historiador eclesiástico Eusebio (6 c 340 d.C.), en el sentido de que el apóstol Juan habría muerto mucho antes del fin del s I d.C. Desafortunadamente las obras de Papías se han perdido, y todo lo que se sabe de lo que escribió existe como citas muy fragmentarias conservadas por Eusebio y otros escritores. Sin embargo, las conclusiones basadas en la dudosa declaración de Papías son, en el mejor de los casos, altamente conjeturales. El primer desafío serio a la autoría juanina fue presentada por Dionisio de Alejandría (6 c 265 d.C.). Por causa de sustanciales diferencias literarias entre el Apocalipsis y el Evangelio de Juan, llegó a la conclusión de que las 2 obras no habrían procedido del mismo autor. Por ejemplo, la palabra pistéuÇ, "creer", aparece 100 veces en el Evangelio y ni una sola vez en el Apocalipsis; kósmos, "mundo", 79 veces en Juan y 3 veces en el Apocalipsis; allá, "mas", más de 100 veces en Juan y sólo 13 veces en el Apocalipsis; al referirse a Cristo como "el Cordero", el Evangelio siempre usa la palabra amnós, mientras que el Apocalipsis, sin excepción, emplea arníon, y muchas otras diferencias lingüísticas. Dionisio también notó que el griego del Evangelio es correcto e idiomático, mientras que en muchos lugares el del Apocalipsis se aparta de la gramática y la sintaxis griegas aceptadas.


No se puede negar que el vocabulario y el estilo literario del Apocalipsis son notablemente diferentes de los del Evangelio de Juan. El primero muestra un poco usual grado de libertad de las normas corrientes de la dicción y sintaxis griegas, mientras que el lenguaje del Evangelio se conforma al buen uso del griego. Dionisio también enfatizó que mientras en el Apocalipsis el autor repetidamente da su nombre, el del Evangelio de Juan esconde su identidad. Además, Eusebio, aparentemente influido por Dionisio, interpretó la afirmación de Papías (mencionada más arriba) en el sentido de que hubo 2 personas de nombre Juan que vivieron en el Asia hacia fines del s I 70 d.C. -el apóstol y otra persona llamada "el anciano" o presbítero-, y concluye que éste fue el autor del Apocalipsis. Sin embargo, por la cita de Papías también se puede identificar a ese "presbítero" con Juan el apóstol.


Parece que estas críticas tuvieron gran influencia sobre el pensamiento de la iglesia oriental con respecto a la canonicidad del libro. Muchos eruditos modernos han seguido a Dionisio y a Eusebio en sus conclusiones. Pero ciertas consideraciones testifican de que las evidencias sobre la que se basan estas conclusiones no son tan sólidas ni tan impresionantes como podrían parecer a primera vista. Además, hay 2 paralelos sorprendentes entre las 2 obras que sugieren con fuerza que se deben a la misma persona. Hay que recordar que el griego no era el idioma nativo de Juan, y que al ser llamado muy probablemente era un pescador sin instrucción. Hasta qué punto dominó más tarde el griego no se sabe, aunque el hecho de que pasó sus últimos años en Efeso, en una región de habla griega, sugeriría que sin duda alcanzó un cierto grado de fluidez en esa lengua.


Al escribir el Evangelio, que refleja el pensamiento y el pulimento deliberado de un autor que trabaja con tranquilidad en su estudio, Juan (como Pablo y otros escritores del NT) bien pudo tener los servicios de un amanuense o secretario griego. Por otro lado, en el Apocalipsis declara explícitamente que estaba en la "isla llamada Patmos" (1:9), donde sin duda se vio forzado a depender de su propio conocimiento limitado de las sutilezas del griego. Como su lengua nativa era el arameo, no sorprende que el Apocalipsis, aunque escrito en griego, en muchos lugares refleje expresiones idiomáticas semíticas y a menudo se aparte de la buena gramática del griego. La situación en que se escribió el Apocalipsis es suficiente para explicar las grandes diferencias de lenguaje y construcción gramatical entre éste y el Evangelio.


Para equilibrar las diferencias lingüísticas, existe gran cantidad de paralelos literarios. Por ejemplo, el Apocalipsis habla del "agua de la vida" (21:6; 22:17), y el Evangelio, del "agua viva" (Jn. 4:10; 7:38; cf Ap. 22:17; Jn. 7:37). Ciertas expresiones características de Juan, que aparecen en ambos libros pero no en alguna otra parte del NT, son ópsis, "apariencia" o "rostro" (Jn. 7:24; 11:44; cf Ap. 1:16); terein tón lógon, "guardar mi palabra" (Jn. 8:51, 52, 55; cf Ap. 3:8, 10); y ónoma auto, "su nombre" (Jn. 1:6; 3:1; cf Ap. 6:8). Excepto en los casos en que se usan símbolos del AT, sólo el Evangelio de Juan (1:29, 36) y el Apocalipsis (5:6, y otras 28 veces) caracterizan a Cristo como el Cordero. Así, desde un punto de vista estrictamente erudito, los argumentos en favor de la posición tradicional que hacen del apóstol Juan el autor del Apocalipsis son totalmente tan razonables y válidas como los de quienes rechazan esa postura. Por cuanto los escritores cristianos en general (hasta mediados del s III d.C.) afirman la autoría de Juan, y el desafío no surgió hasta casi un siglo después de haberse escrito el libro, hay sólidas evidencias en favor del punto de vista tradicional.



III. Ambientación.


Los eruditos están divididos con respecto a atribuir una datación temprana a la composición del Apocalipsis -generalmente durante el reinado de nerón (54-68 d.C.)- o una fecha tardía (fines del reinado de Domiciano; 81-96 d.C.). Nerón fue notable como el 1er emperador romano que persiguió a los cristianos. Muchos eruditos dicen que las persecuciones a la iglesia, reflejadas en varias, partes del Apocalipsis (cps 13 y 17), se refieren a las de Nerón. También notan que su nombre, Nerón César, cuando se usan las consonantes hebreas (Nrwn Qsr) dan como suma de su valor numérico el 666 de 13:18. En armonía con esto, muchos eruditos notables han fechado el Apocalipsis a fines de la década del 60 o en la del 70 d.C. Sin embargo, se debería notar que este razonamiento no depende de una evidencia objetiva sino de una interpretación subjetiva de ciertos pasajes del libro. Los primitivos escritores cristianos fueron casi unánimes en atribuir la composición del Apocalipsis en el reinado del emperador Domiciano. Ireneo, por ejemplo, declara que fue escrito "hacia el fin del reinado de Domiciano". Victorino (6 c 303 d.C.) dice que Juan fue "condenado a trabajar en las minas por César Domiciano", y que mientras estuvo allí "vio el Apocalipsis". Eusebio, en forma similar, registra que Juan fue enviado a la isla de Patmos por Domiciano, y añade que fue liberado por su sucesor, Nerva (96-98 d.C.), tras lo cual el apóstol regresó a Efeso. Así, los primeros eruditos cristianos asignan la composición del Apocalipsis a fines del reinado de Domiciano, c 96 d.C.


Domiciano (81-96 d.C.) estimuló el culto al emperador, pero los cristianos se negaban a venerarlo o dirigirse a él con el título de "señor", que ellos reservaban sólo para Jesucristo. Cuando con todo celo Domiciano procuró establecer su pretensión a la deidad en la mente del populacho y obligar a sus súbditos a adorarlo, naturalmente encontró la oposición de los cristianos. Esta situación, sin duda, constituyó 71 la causa inmediata del exilio de Juan en Patmos, y así a la composición del Apocalipsis. En cuanto a su existencia, la iglesia afrontó la mayor amenaza externa que había conocido hasta entonces, y urgía una nueva revelación de Jesucristo para confirmar su fe. Así, las visiones otorgadas a Juan atendieron una necesidad específica en su propio tiempo: fortalecer a los cristianos en su rechazo a inclinarse ante el emperador y asegurarles de nuevo que su Señor, ascendido junto al trono de Dios, un día reinaría supremo sobre la tierra.



IV. Tema.


En 4 líneas sucesivas de profecías, el Apocalipsis presenta la experiencia de la iglesia y los acontecimientos sobre la tierra que ocurrirán antes del establecimiento del reino de Jesucristo. El libro es una revelación de cristo, quien está perfeccionando un pueblo sobre la tierra para reflejar su inmaculado carácter y guiarlo a través de las vicisitudes de la historia hacia la realización de su propósito eterno. El centro de atención es el fin cataclísmico del mundo y el establecimiento de un mundo nuevo.



V. Bosquejo.


Las 4 principales divisiones proféticas son: 1. Las 7 iglesias (Ap. 1-3). 2. Los 7 sellos (4-8:1). 3. Las 7 trompetas (8:2-11:19). 4. Los acontecimientos finales del gran conflicto (12-22).



VI. Contenido.


Después de una breve introducción (1:1-3), Juan registra una serie de 7 mensajes dirigidos a "las siete iglesias que están en Asia" (1:4): presenta a Cristo en diferentes aspectos de su ministerio en favor de ellas. Dirige a cada iglesia un mensaje de instrucción, advertencia y ánimo, particularmente apropiado a su situación específica. En vista de que en el Apocalipsis se enfatiza el inminente regreso de Cristo (1:1, 3; 3:11; 6:11; 12:12; 17:10; 22:6, 7, 12, 20), y por causa de la naturaleza de las promesas hechas a las 7 iglesias (2:7, 10, 11, 17, 26; 3:5, 10, 12, 21), es evidente que Juan preveía que esos mensajes serían relevantes para las necesidades de los creyentes hasta el regreso del Señor. En armonía con esto, las cartas a las 7 iglesias proveen conducción, consuelo y fuerzas para la iglesia, no sólo de los días de Juan sino también de toda la era cristiana hasta el fin del tiempo.


En el marco de una sublime descripción del trono de Dios, Juan presenta un libro "sellado con siete sellos" (cps 4 y 5) como prefacio para la profecía de los 7 sellos (6:1-8:1). Esta cadena profética presenta a Cristo como supervisor de los asuntos de la tierra y actuando para que todas las cosas obren de acuerdo con la voluntad de Dios en la preparación para "el gran día de su ira" (6:17).


La visión de las 7 trompetas (8:2-11:19) presenta una serie de eventos que culmina cuando "los reinos del mundo" serán "de nuestro Señor y de su Cristo" (11:15). Otro interludio (10:1-11:13) describe a un ángel que desciende del cielo con un "librito abierto", el que contiene un mensaje para "muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes" (10:2, 11). "El templo de Dios, y el altar, y... los que adoran en él" (11:1) son centrales en el mensaje de este libro, así como la obra de los "dos testigos" (v 3).


La 4ª gran cadena profética (cps 12-22) representa a la iglesia de Dios sobre la tierra -figuradamente como "una mujer vestida del sol", y "el resto de la descendencia de ella" (12:1, 17)- soportando una severa persecución por parte del dragón (vs 13-17), de la bestia (13:1-8) y de "otra bestia" (vs 11-18). La crisis culminante vendrá cuando los que aman y sirven a Dios tengan que afrontar el decreto de muerte de 13:15-17, que exige la lealtad al poder apóstata. Esta demanda de lealtad universal se opone a los mensajes proclamados por los 3 ángeles de 14:6-11. Confrontados con la amenaza de 13:15-17 y con la advertencia de 14:6-11, los habitantes de la tierra hacen la gran decisión final de ser leales a Dios o rechazar su generosa invitación. Los juicios de Dios (cps 15 y 16) son derramados entonces sobre los que desprecian su misericordia. La gran organización apóstata, "Babilonia, la gran ciudad", es aniquilada (cp 18). En el cielo se oye un himno de victoria (19:1-9), y Cristo aparece como Rey de reyes y Señor de señores para derrotar la coalición de reyes de la tierra que se levanta contra él (vs 11-21). Después de 1.000 años, "los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios" serán"juzgados... por las cosas que estaban escritas en los libros" (20:5, 12). La gran escena del juicio se cierra con el lago de fuego, en la que el pecado y los pecadores son destruidos (vs 14, 15). Los cps 21:1-22:5 presentan al pueblo de Dios en la tierra nueva, en la propia presencia de Dios, reinando "por los siglos de los siglos" (22:5). Los vs 6-21 aparecen como la conclusión del Apocalipsis, que se cierra con un énfasis en el pronto regreso del Señor (v 20; véase CBA 7:733-744).


Bib.: Justino Mártir, Diálogo con Trifón 81; Ireneo, Contra las herejías iv.20.11; 30.4; v.26.1; 35.2; etc.; Tertuliano, Prescripción contra los herejes 36, y Contra Marción iii.14.3; etc.; Hipólito, Tratado sobre Cristo y el anticristo, xxxvi; Clemente de Alejandría, ¿Quién es el rico que se salvará? xlii; Orígenes, Comentario sobre Juan 1.14; Ireneo, 72 ibíd. iii.3.4 (ANF, t 1, p 416); Polícrates, Epístola a Víctor y la Iglesia Romana con respecto al día de guardar la Pascua (ANF, t 8, p 773); EC-HE iii.39.1-6; vii.24, 25; Ireneo, ibíd. v.30. 3 (ANF, t 1, pp 559, 560); Victorino, Comentario acerca del Apocalipsis, sobre 10:11 (ANF, t 7, p 353); EC-HE iii.20.8,9.



















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